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Las mentiras de Neutrina |
Mi bitácora está llena de mentiras. Pero no te preocupes, no puede ser peor que los comerciales en la tele o tu querido amigo, peor aún, tu pareja, leyéndote el horóscopo del domingo...otra vez. | ![]() |
Más sabe el diablo por viejo, que por diabloTriste la hubiésemos pasado si la vida hubiera dotado a la imaginación de pleno acceso a nuestro sistema límbico. Es probable que una gran parte de la población hubiese optado por abandonar la realidad para arrojarse delirantemente en los brazos de la fantasía. Pero imaginar no es lo mismo que vivir y ni siquiera la persona con mayor grado de empatía es capaz de sentir exactamente lo que siente el otro, sólo lo sufre o disfruta más, de acuerdo al grado de cariño que sienta por la persona afectada.Por eso nada te prepara para aquello. Nadie puede aconsejarte ni transmitirte el dolor que vas a sentir. Tampoco tu imaginación puede acercarte peligrosamente a ello, sólo te muestra lo que podría ser, sin acceso directo a tus emociones. Y por eso nos gusta tanto imaginar, porque de una forma u otra, no nos daña, su intensidad nunca le llega ni a los imaginados tobillos de lo que llamamos "en carne propia". De la misma forma, me es más fácil hablar del amor cuando no estoy atrapada entre sus orgasmos, en esos inicios mágicos que inhiben mi sentido común y mi originalidad y que me hacen caer en la misma tontería, una y otra vez. Aunque la sienta distinta. Aún así vuelvo a creer, luego de maldecir mi credulidad y considerarme refrescantemente escéptica. Aún así. Porque primero están sus besos, que me devuelven un mundo rosa y una realidad perfecta. ¿Para qué escribir entonces? ¿Para qué leer siquiera? Si puedo extraer hobbits de sus poros, si me es posible conversar con Alobar en el bosque que crece en su cráneo y comprender el dulce amor entre Lyra y Will en la calidez entre sus piernas. Cuando su anatomía se convierte en mi literatura opto por adorar al dios Pan mientras bebemos de la enriquecedora lujuria que brinda el amor nuevo. "¿Eres celosa, Neutrina?" Una pregunta así debe parecerle sumamente insignificante al universo. Muchas veces me pasa que siento las cosas extrañas y ajenas si las miro detenidamente y desde otro ángulo. Como cuando repites una palabra tantas veces que le robas su significado, y así, desnuda, pierde el sentido completo de su existencia. Asimismo, algunas conversaciones me dejan un sabor extraño en las neuronas. Algo que no sé nombrar y que no siempre me gusta. "No creo, es decir, no mucho, creo que soy normalmente celosa, imagino que reaccionaré de alguna forma extraña si te veo coqueteando con otra chica". "¿Cómo crees que reaccionarías si me vieras con otra?" Lo imaginé y hasta cerré los ojos para crear un mejor efecto. Ella tenía el pelo lacio, largo y marrón, con unos rayitos más claros que la hacían lucir exactamente como una de las modelos del anuncio de Pantene. Su sonrisa de actriz de telenovela se convirtió en un beso sensual que la unió a mi querido Andrés. Abrí los ojos un poco angustiada. "No creo que me sentiría bien. Es lo normal ¿no?" "Pues a mí tampoco me gustaría. Yo sé que reaccionaría violentamente". "¿En serio?" Me sorprendió su actitud. Lo tomaba por un tipo pacífico. Pero apenas lo comenzaba a conocer. "Si, no me gusta que me engañen". "Así que ¿atacarías al tipo...?" "En un santiamén". "Pero ocurre que el tipo pudiera ser completamente inocente. Quizás yo nunca le dije que tenía novio. ¿No crees que estaría mal atacar sin averiguar primero?" "No. Yo ataco y averiguo después". En aquellos días feromonales, las discusiones no llegaban más allá de nuestra descubierta playa, ni siquiera terminaban en algún lugar seguro entre los dos. Quizás eran las cosquillas o una caricia inoportuna, alguna carcajada espontánea o un momento de silencio que se nos iba en miradas patológicas, síntomas inevitables del amor. Y esas conversaciones volaban juntas hacia el mundo donde se encuentran todos esos lapiceros que simplemente desaparecen de mi escritorio sin dejar huella alguna de su existencia previa. Igual que esos sueños diurnos, que no se parecen a la realidad aunque estemos seguros de observar innegables similitudes cuando los inventamos. Alguna que otra vez, ráfagas de dignidad femenina sacuden mi frágil personalidad y me siento un tronco viejo y fuerte. En esas ocasiones, creo que estoy más allá de las emociones y que en un momento de debilidad puedo extraer de la razón las armas y las herramientas suficientes y necesarias para salir de cualquier discrepancia sentimental dentro de mi pequeño mundo de cupidos y corazones. Así de fuerte siempre me creí, hasta que un día me topé de bruces con una amiga. La sabia dama "experiencia", que vino a enseñarme otra faceta más del largo camino que emprendí en el momento en que fui concebida. Existen ciertas noches, en el transcurso de la existencia de cualquier individuo, cuando haces algo tan fuera de tí que necesitas específicamente a esas amigas que siempre te han hecho sentir menos patética. Mikaela me llamó en la madrugada. Luego de hablar con ella encendí la luz y observé que eran las tres y diecisiete de la mañana. Corrían tiempos navideños y se escuchaba la explosión esporádica de fuegos artificiales a lo lejos. Me vestí y me senté a esperar. Neka y Mikaela estarían tocando mi puerta en cualquier momento. Cuando llegaron colé café y saqué algunos bombones. Era obvio que nuestra amiga no se encontraba bien, en su rostro había tanta tristeza que Neka y yo no dejábamos de abrazarla, de arreglarle el cabello, de acomodarla y de tratar de reanimarla de la mejor o peor forma posible "Ayer en la playa me encontré con Vicki", comentaba Neka. Notaba que estaba tratando de actuar con interés. "Me preguntó por tí...." "Y por él ¿no te preguntó por él?", interpeló Mikaela entre gemidos, sonidos agudos y constantes que me hacían pensar en una sesión de acupuntura auditiva. El amor, ¿cómo es que puede doler tanto? "Mika, cariño, llora todo lo que quieras. Desahógate, pero eso es muy de los hombres ¿sabes? Yo no le daría mucha importancia. No le cierres la puerta si quiere volver. Esos errores se cometen a cada rato". Era evidente que mi cerebro no estaba de acuerdo. Neka tenía una versión muy romántica del amor y a mi parecer, Mikaela no tenía por qué ponérsela fácil al señor. "Bueno, bueno, Neka. Si quiere una segunda oportunidad que se la gane ¿no? No es cuestión de ir donde el tipo luego de que ha hecho lo que le ha dado la gana y decirle, te perdono, cariño. Déjalo que se arrastre un poco". "Adrián no es tipo de arrastrarse, Neutrina, si ella..." "¿¡Pero es que te has olvidado completamente de lo que le hizo?!" Mikaela había encontrado a su novio de más de un año, deliciosamente encariñado con la cavidad genital de otra mujer. La indignación hubiese sido menor si el chico no se hubiese negado, todo el tiempo que estuvo con ella, a desempeñar aquella misma deleitosa actividad que parecía disfrutar tanto con la, ¡maldición!, endemoniadamente hermosa rival. Eran demasiados golpes en un sólo momento. Fue tanta la información que el cerebro de Mikaela tuvo que procesar en aquel doloroso y humillante instante, que lo único que atinó a gritar fue: "¡Eureka!" "¿Gritaste eureka?", inquirió Neka, su rostro empeñado en mantener encarcelada la risa. Pero era obvio que Mikaela no quería hablar más del asunto. "Todavía tengo la carne de esos desgraciados en mis uñas", dijo entre lágrimas. Neka y yo nos miramos angustiadas. Mikaela lo sospechaba pero quería confirmarlo. Una de esas lentas tardes, lo había seguido desde su casa a la oficina y allí había esperado paciente y fríamente hasta que lo vio salir acompañado de una preciosa colega. No recuerda la trayectoria, llovía en su cara y no podía ver bien el mar. Él había tomado el malecón, su mano a veces acariciaba el cabello de aquella mujer. En el parqueo del hotel se arregló un poco el maquillaje para sobornar su camino hasta ellos. Y al bajar del coche se dio cuenta que se había hecho de noche. "No la llevó a un motel. Es seguro que esa puta está entre las tres primeras de su lista, el muy desgraciado. Habitación y tratamiento de lujo", gritaba Mika entre sollozos. Neka y yo intentábamos con genuina desesperación, recaudar ideas para el fondo de enmendar lo irreparable. "Cuando los ví no pude aguantarme, primero recuerdo que el mundo desapareció a mi alrededor y luego entendí cuál era mi real sorpresa. Él la quería más que a mí, creo que por eso grité la estúpida palabra". La humillación se hizo cargo después. Mikaela se avalanzó sobre la ardiente pareja y sus manos golpearon, arañaron, rasguñaron y abofetearon a diestra y siniestra. Hasta que él la calmó, la sacó del cuarto y armó un escándalo con la administración del hotel por haberla dejado pasar. Mikaela siempre ha usado su belleza para abrir puertas. Aunque quizás haya aprendido esta vez uno de esos tantos clichés que nos aseguran que hay algunas que es mejor dejarlas cerradas. "Es seguro que consiguió no pagar por la habitación". "Y así quieres que se reconcilie con semejante gusano". "Bueno, puede que valga la pena". "No vale la pena. Nada de esto lo vale. Ni tus lágrimas, ni el espectáculo que armaste en el hotel. Es la maldita cara del amor que odio". "¿Y cómo hubieras reaccionado tú, Neutrina?", me pregunta Mikaela desde su esquina, su mirada una mezcla de rabia, angustia y dolor. "No te enojes conmigo, Mika, yo no te he hecho nada. Sólo pienso que muchas veces es mejor contar hasta diez y dar la espalda..." "Y, ¿qué crees tú que ganamos con eso?" Mikaela se acercó un poquito. Sus ojos estaban pequeños de llorar. Su maquillaje aguado se desplazaba por todos los recovecos de su simétrica cara y hasta parte de su elegante camisa de seda estaba manchada con matices que una vez colorearon su perfecto rostro. "Pues, quizás ganamos un poco de dignidad al salir del ring". "Y qué coño quiero yo ahora con la dignidad. La dignidad y cualquier malditísimo rastro de ella se desvaneció en el instante en que los ví. Tenías que ver la cara de placer que tenía esa estúpida. ¡Maldita perra, seguro no le tuvo ni que pedir que se lo hiciera!" "¿Ella te conoce? ¿Sabía de tu existencia?" "¡No me digas ahora que vas a ponerte de su lado, Neutrina!" "No necesariamente, pero no podemos ser injustas, especialmente si se trata de otra mujer...." "Oh, vete a la misma mierda, Neutrina. Debí haberlo sabido, contigo uno siempre termina negociando con el abogado del diablo". "Lo siento, amiga, de verdad...a veces necesito mantener mi gran bocota cerrada por más tiempo". La abracé y traté de decir nada más sin pensarlo minuciosamente primero. Es un juego extraño el que jugamos, desplazándonos en un laberinto que se mueve entre las emociones y la razón y donde no siempre resulta alguien ganador. Cuando aconsejo desde la razón, termino no entendiendo los sentimientos de la persona, cuando aconsejo desde la empatía emocional, no consigo ser objetiva y al final me sale una mierda de consejo. La única opción es aconsejar desde la experiencia, contar tu reacción cuando y si es que lo has vivido. De lo contrario, es mejor optar por cerrar la trompa ante lo que se desconoce. Meses más tarde, necesitaría la opinión experta de Mika para lograr navegar a través de mi propio huracán. Cuando los besos de Andrés aún conservaban el poder de borrar al mundo de mi existencia, los encontré en una esquina borrando el vecindario de las neuronas de otra mujer. Momento difícil de describir aquel. Me descolocó, para luego reubicarme en un estrecho espacio entre la histeria que causa el dolor y la cómoda insensibilidad de la que tanto hablaba Pink Floyd en The Wall. Algo primitivo se apoderó de mí. Aquellos labios eran míos, aquellas manos que le acariciaban el cuello eran mías también. El contenido dentro de esos conocidos jeans era, definitivamente, mío. Y aquella mujer, aquella descarada, me lo estaba robando. Hay miles de canciones que lo cuentan. Hay millones de personas que lo han vivido. Cientos de miles de filmes han convertido ese momento en ganador de varios premios de alguna academia. Aún así, nunca estás preparada para ese maldito y largo segundo de reconocimiento. Su pelo no era como el del anuncio de Pantene. No, era mucho peor, porque era real y lo podía sentir entre mis manos. Sus facciones no eran finas ni su piel de porcelana, como las modelos que protagonizaban mis sueños diurnos, pero sí poseían la belleza de lo vivo. Y era mucho más doloroso y desesperante. No le solté los cabellos hasta que Andrés, mirándome fijamente me gritó como por décima vez: "¡¡Neutrina, suéltala, suéltala ya!!" Entonces abrí mis manos y recordé dónde estaba y lo que hacía. Quité las manos de Andrés de mis hombros y caminé, lo mejor que pude, lejos de ellos. Andrés corrió tras de mí. "¡Neutri! ¡Espera! ¡Espera!" Me detuvo y dejé que besara mis lágrimas y que me pidiera perdón. Necesitaba clamar mi territorio y reclamar mis besos. Era mi guerra y tenía que ganar. Pero no supe cómo seguir. La voz de la conciencia a veces se pone pesada y no te deja vivir. "Y eso que no eras celosa", me susurró de la forma más cariñosa. "Por favor, mejor hablamos de esto mañana ¿si? Estoy muy sensible ahora. Nunca en mi vida había atacado a alguien de esa forma". Lo cierto es que todavía temblaba. Todos mis músculos me parecían tarros de gelatina en las manos de un niño de dos años. "Ella no significa nada para mí", parecía sincero, o quizás así lo quería ver. "¿Por qué la besabas entonces, Andrés?", no quería llorar pero las lágrimas verdaderas son como la muerte que no te pregunta si puede ir a visitarte, si tienes algún plan. Sólo mete su podrida pata en tu sala y listo. "Ella me besó a mí y me dejé llevar. Maldita mala suerte que tenías que vernos en ese preciso momento. En serio, Neutri, no quiero nada con ella. No me gusta, quiero seguir contigo ¿ok?" "Te lo pido, Andrés, hablemos de este asunto mañana, por fa, estoy muy cansada y no puedo pensar claramente. Tengo que alejarme de tí..." "Mira, Neutri, yo te quiero, no te alejes por mucho tiempo porque entonces me forzarás a que te vaya a buscar, ¿eh? ¿Nos vamos entendiendo, mi amor?" Me gustaba escuchar lo que decía. Estaba enamorada o aquellas palabras hubieran llegado con olor a mierda a mi nariz. Pero lo quería y sentía intensamente ese deseo de poseerlo, de que fuera mío y de que la otra lo supiera. Por mucho tiempo planeé varias formas de que él me besara en frente de ella. Cuando por fin lo conseguí, un año después, ya no lo quería tanto. "Déjame besarte, Neutri, sólo un beso de buenas noches, ¿si? Para que me sientas, eh, mi vida preciosa. Quiero sentir que aún sigues enamorada de mí". No fue sólo un beso, estuvimos allí largos minutos disfrutándonos. Pero entre sus besos pensaba, entre sus besos planeaba y, desde ese maldito día, sus besos comenzaron a borrar menos y menos partes del mundo que me rodeaba. El amor sublime comenzaba a morir con el primer porrazo. Es imposible bajar con dignidad de este ring, porque nunca se pierde ni se gana, sólo se vive. Esa noche llamé a Mikaela y permití que fueran sus brazos los que me consolaran. Su experiencia, y la forma en que salió de su propia humillación, me sacaron del agujero emocional en el que había caído. Mientras alimentaba mi ego con helado de chocolate, mantequilla de maní y avellanas, observé su hermoso rostro que se reía del recuerdo de su reacción aquella vez. "Espero que nunca más me vuelva a ocurrir, pero te juro que si me pasa, trataré de seguir el consejo que me dio una amiga hace unos meses, contar hasta diez y alejarme rápidamente del lugar de la traición". "Pero, como dice el refrán: del dicho al hecho hay tanto trecho que en esos momentos ni en nosotras mismas podemos confiar". Seguiremos charlando, Neutrina :) 01:00 | glenys | 2 Comentarios | #
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