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Las mentiras de Neutrina |
Mi bitácora está llena de mentiras. Pero no te preocupes, no puede ser peor que los comerciales en la tele o tu querido amigo, peor aún, tu pareja, leyéndote el horóscopo del domingo...otra vez. | ![]() |
A la velocidad del amorEl ratoncito estaba muerto. Su cosida y ensangrentada cabecita blanca yacía quieta sobre una bandeja metálica del laboratorio."Por lo menos lo mantuvimos vivo por un día", dijo sonriendo mi compañero de clase. No estaba segura si aquello era una buena noticia. Pero daba igual, mi padre los mataba sin anestesia cuando se atrevían a asomar sus diminutos hocicos por la casa. Pero no podía perder mi tiempo pensando en el roedor. Tenía toda mi atención puesta en mi querido "Monsieur Michel". Nada me importaba mientras el profesor estuviera cerca, por algún lado, mirándome con sus ojos pequeños y grises. Era espectacular compartir un secreto tan íntimo. No creo que alguna vez me vuelva a sentir así, tan despiadadamente excitada. El doctor Miguel Lorié tenía la reputación de crear exámenes absurdos y de acostarse con una o dos de sus alumnas por semestre. En el oscuro submundo femenino de aquella institución, ser la elegida por el investigador de origen francés se había convertido en una especie de concurso que todas decíamos desdeñar y que a la vez añorábamos ganar como tontas. "Lamentablemente", dijo con tono burlón mi amante secreto, "ninguno de los animalitos sobrevivió sus inexpertas manos. Mañana, preparénse para un teórico fuerte, a ver si aprendieron algo de este asesinato en masa", su sonrisa, en ese primer mes de delirio, me ponía a temblar. Aquel semestre yo había resultado ganadora del "Concurso Lorié" y aquello hizo maravillas con mi ego. Me sentía reina y señora de aquel territorio y por nada del mundo me perdía una clase con mi querido "Monsieur Michel". Mikaela fue la primera en enterarse, creo que lo dedujo. Neka y ella iban a la misma institución y los chismes, aparte de que vuelan, se ensucian de mentiras bien rápido, especialmente en sistemas cerrados. Quizá exista una ley física al respecto. "No puedo creer que no me hayas confiado lo del profe Miguel, Neu", me soltó Neka recelosa un día que caminábamos del instituto a su casa. "Bueno, amiga, te lo iba a contar, sólo quería asimilarlo primero. Ha sido todo muy rápido y ando como en un remolino. Que sea buen amante no le quita que sea un pésimo profesor". Ambas reímos con el comentario y Neka no me dejó ir hasta escuchar todos los detalles del "amorío", como le llamó Mikaela, despectivamente. "La hermosa Mika", como le decía su papá, había tomado el curso el semestre pasado y el Monsieur no se había fijado en ella. En realidad no se había fijado en nadie el semestre pasado, ni el anterior, ni el anterior a ese tampoco. "Salí una vez con una estudiante de mi clase. No era bonita ni nada pero era una chica muy curiosa y siempre me llamó la atención la forma peculiar que tenía de hacer preguntas. Era diferente ¿sabes? Lo diferente siempre me ha gustado", me confesó una vez mientras pasaba su dedo índice por mi nariz. Me sentí halagada. "Entonces, ¿todo lo tuyo ha sido pura reputación?", le pregunté con cara burlona mientras procedía a morderle el dedo. "Más o menos", dijo riendo. "Tú eres sólo la segunda. Sin contar las profesoras, por supuesto". Su risa ahogó mis protestas y nos revolcamos desnudos en otro delicioso encuentro sexual. Él vivía solo. Era soltero y huérfano, según pude discernir de sus cortas y complicadas respuestas. Nunca le pregunté su edad y no tengo idea qué tan mayor era. En ese entonces, las personas de más de cuarenta años me parecían antigüedades. Pero la pasamos bien el doctor y yo, mis memorias no parecen tener dudas al respecto. "¡Nadie te quita lo bailao!", le gritó una vez mi abuela a mi madre en una de sus tantas discusiones. Pero no dije nada sobre aquella confesión íntima. No quería arruinar su reputación, ni la mía. Me sentaba bien que las demás pensaran que el hombre era una verdadera bestia masculina y que yo había sido la elegida. En mi opinión, Mikaela se hubiera aburrido como atea en iglesia con él. Monsieur Lorié era un hombre extraño que valoraba mucho su privacidad y su "status quo". Cuando me dejó entrar lo hizo siempre con la idea de que un día iba a salir con la misma rapidez y ternura. Pero la vida te da sorpresas. Justo cuando estás cayendo sin control de tu elevado trapecio es cuando te das cuenta que pusiste la red en el lugar equivocado. Monsieur Michell se enamoró de su estudiante. Pero yo andaba sin planes y sin rumbo. Nada lograba atraparme por mucho tiempo. Al final del semestre, un estudiante de arquitectura llamado Antonio me invitó a salir. Cuando me llevó a su apartamento, después de cenar y bebernos varios y más tragos, ya estaba completamente enamorada de él. Enamorarme resultaba inexplicablemente fácil. Lo difícil era mantenerme enamorada después, cuando llegaba a conocer al hombre con quien tuve sexo. Al otro día, lo único que quería era escuchar la voz de Antonio. Sentía un miedo atroz de que no llamara. Esa tarde me comí las veinte uñas sentada frente al teléfono con un libro en la mano que ignoré completamente. "Monsieur Michel" llamó primero. El doctor quebrantó su propia regla, "sólo hasta el final del semestre", y me invitó a un café. "Me encantaría", le dije fingiendo que me interesaba. Pero los celulares y la doble línea no eran artículos populares entonces y me sentía atrapada en aquella esquina al lado del teléfono porque necesitaba desesperadamente escuchar la voz de Antonio diciendo. "Buenas, ¿se encuentra Neutrina?". Por eso le mentí. Le dije que tenía una cita con el dentista y que mi madre me esperaba en el carro. Quedamos en que lo llamaría, no recuerdo bien, mi atención estaba centrada en otro lado. A las 6:34 de la tarde Antonio llamó. "Si, buenas tardes, ¿está Neutrina?". ¡Ah! de nuevo el corazón que se acelera, aquella emoción de triunfo, de que hemos rebasado otro obstáculo más. Hablamos un rato largo. Me contó sobre su trabajo mientras yo pensaba en un nombre para nuestro primer hijo. Me dijo que le había gustado mucho estar conmigo mientras me observaba escogiendo el vestido de novia en una tienda junto a Mikaela y a Neka. Luego me preguntó si quería salir de nuevo con él y mi cara completa sonrió, sentí la magia que producía sus palabras mientras lo escuchaba preguntarme si quería casarme con él. Mi cuerpo volaba y veía la respuesta, que llegaba hasta mí, montada sobre una nube negra y tormentosa. Cenicienta, corre. Corre. ¡Corre! Pero no hice caso, como siempre. "Me encantaría, Antonio", por primera vez mi voz me pareció sumamente sexy. A él parece que le gustó. "¿Qué tal si te recojo ahora?" "¿En cuánto tiempo estás aquí?" "Quince minutos". "No necesito más". Unos tejanos, una camisa negra y mis botas. Estaba segura que no iba a permanecer vestida mucho tiempo. Era un buen día para celebrar el cierre del semestre pues había pasado todas mis asignaturas. Creo que he sido la única estudiante en pasar la materia de Monsieur Lorié con notas excelentes. Además, después de mí, su reputación creció y se afianzó por todo el instituto. Mi querido profesor me llamaría una vez más pero era un hombre inteligente. Cuando se abrió el próximo semestre decidió ignorarme, algo que le agradecí profundamente. Aunque no por mucho tiempo. Lo de Antonio no duraría tampoco. Descubrí en poco tiempo que era un tipo muy religioso y aquello nos separó irremediablemente. Durante la última discusión que tuvimos él se echó a llorar derrotado. Dijo que lloraba por mi alma perdida. Estoy segura que lo hacía por su fe que se descalabraba ante mis argumentos y mi negativa rotunda de aceptar la existencia de su dios sin pruebas ni evidencias. Y ni hablar de Cristo y el Espíritu Santo. Yo, por el contrario, no lo amaba ni quería salvar su alma inexistente, pero necesitaba demostrarle que estaba equivocado y probarle que nunca podría convertirme a su religión. Lo mismo hacía él, sólo que intentaba disfrazar sus propósitos con una capa fea y nauseabunda de misericordia. Aquello era atroz, me dieron ganas de matarlo. Cuando llegué a casa descolgué el teléfono y me tiré sobre la cama. No quería escuchar su voz. Temía vomitar si llamaba y repetía todas aquellas sandeces. "La vida está repleta de sarcasmo, Neutri, por todos lados. Sólo tienes que detenerte y observar. El humor más negro es producido constantemente y de forma natural sobre el planeta Tierra", me diría mi querida Lina un día que ahogábamos nuestras penas en el Anís del Mono de mi mamá. "Vas arder en el infierno", había vociferado aquella tarde Antonio, con los ojos ahumados por el ímpetu y la desesperación. "Espero que exista el infierno, Antonio", le dije sonriendo, pretendía lucir lo más diabólica posible frente a él, se lo merecía, "porque ahí es donde volveré a ver a Lina, es seguro que me está esperando allá, apostando almas con el mismísimo Lucifer para ver quién hace el chiste más negro y más cruel", el portazo fue mi punto final. Como debe ser. Por eso estaba segura de que llamaría, un buen fanático siempre ansía tener la última palabra. Hay que joderse. Seguiremos charlando, Neutrina :) 01:43 | glenys | 11 Comentarios | #
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