Las mentiras de Neutrina
Mi bitácora está llena de mentiras. Pero no te preocupes, no puede ser peor que los comerciales en la tele o tu querido amigo, peor aún, tu pareja, leyéndote el horóscopo del domingo...otra vez.
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En honor a los fantasmas en Park Slope

La mañana despertó llorosa pero radiante. Sería un día hermoso, los árboles lucían verdes y brillantes y la humedad no molestaba porque no hacía calor. Comenzaba a sentirse el otoño en Nueva York

Me tiré de la cama incómoda. Era un día perfecto para salir a pasear pero tenía que ir a trabajar y no me gustaba mi empleo.

Al entrar al baño recordé por décima vez esa semana que debía comprar pasta dental. Había doblado el tubo hacia arriba y ya casi ahorcaba el orificio de salida. Muy pronto no podría extraerle ni un poco más. Josh siempre se encargaba de comprar esas cosas. Ahora lo notaba. Pero Josh ahora ya no estaba.

Una ráfaga de viento entró por la ventana de la habitación y me refrescó el ánimo. Era un día lindo para caminar por el parque, sentarse sobre una de esas grandes rocas y mirar a los demás llevar sus vidas plácidamente. Pero había que trabajar, por el dinero, por el maldito dinero.

Hacía ya más de cuatro meses que Sally me había conseguido una entrevista con la editora de una revista llamada "eclectic", así, todo en minúscula y entre comillas. Era un mezcla disparatada de sucesos trágicos y pseudociencia y mi trabajo era buscarle el lado misterioso a cualquier asesinato, violación, acto de violencia o cualquier otro tipo de crimen cometido en Brooklyn.

La idea me pareció divertida hasta que estuve frente a mi primer cadáver y escuché a unos niños llorando detrás.

"No puedo hacerlo", le dije esa tarde a mi jefa con la cara verde y los ojos despistados. Una cosa era ver CNN y otra muy diferente era observar, en vivo, a las moscas volar sobre un charco de sangre viscosa.

"Claro que puedes, Neutrina, es sólo que debes esperar un tiempo hasta que te acostumbres".

Joan Lichtenwald no era una mujer paciente. Pero en mis primeros días envió a los peores escenarios al otro reportero que cubría Brooklyn y me permitió trabajar por un tiempo desde mi escritorio. Pero todo lo bueno tiene un fin. Por lo menos en mi vida. La misma Joan me sacó del terreno escudado donde me había permitido estar por unas semanas.

"Neutrina, necesito que cubras esto hoy. Es en Manhattan, Marion está enferma, además de muy embarazada", Joan puso la cara de frialdad que usaba cuando necesitaba que no le hicieran muchas preguntas.

"¿Qué es?"

"Es un suicidio, Upper East Side. Gente rica, ya sabes..."

"¿Y qué quieres que haga yo allí? ¿Me van a dejar entrar?"

"Pues no creo que te dejen entrar a menos que tú hagas tu trabajo bien y te metas como puedas. Busca información, indaga, investiga y tráeme un artículo sobre ese suicidio. Tengo entendido que la chica se ahorcó, tenía 19 años".

Desde ese día ya no estuve más en el banco. Me enviaban a todos lados. Una vez tuve que ir al Bronx y ver dos chicos muertos a balazos, resultado de un macabro juego que al final no quise ni entender.

¡Oh, mundo cruel! Eres mucho más cruel que las imágenes por la tele o por el internet porque eres cruel todo el tiempo. La bestialidad humana no cesa, no para ni se detiene por nadie. Para mucha gente no vale apagar el televisor o dejar que el salvapantallas trabaje para su causa favorita.

La mayoría ni siquiera sabe lo que es un salvapantallas.

Trabajar para aquella revista me recordaba toda esta mierda diariamente. Todos los días un problema. Parejas pegándose, familias matándose y abusando de sus menores, crímenes pasionales, pandillas de chicos peleando por territorios, mujeres con una necesidad de atención bárbara; dicen cualquier cosa sólo para salir en una revista.


Aquella mañana llorosa entré con temor a la oficina de Joan. Me arrellané en el cómodo sillón que había en una esquina y la miré de reojo.

"Lindo día ¿no crees?"

"Odio estos días. Son horribles para el cabello". Noté una pizca de mal humor en el tono de su voz. Lucía cansada y hasta se había amarrado en un moño alto su melena rubia y sustanciosa.

Asentí.

"Dime algo bueno, Joan".

"Pues estás de suerte. No hay sangre para tí hoy. Sólo una mujer en un apartamento viejo que dice ver los fantasmas de personas que vivieron allí anteriormente".

"Uuuuuhhh", exclamé con misterio pero alegre de que los muertos no fueran reales.

"Dame la dirección. ¿Quieres que confirme datos y refute a la mujer o quieres una historia dramática y fantasmal?"

"Estamos flojos esta semana, Neutri. Necesito datos, pero sólo para que corroboren la historia. ¿Estamos de acuerdo?"

"¿Has hablado con esta mujer o debo llamarla?"

"Te dejé todos sus datos sobre tu escritorio. Llámala enseguida".

"Ok".

Caminé despacio y tranquila hasta donde Roger, el fotógrafo con quien generalmente trabajaba. Roger tenía el cabello de un hada: largo y rubio; rizos tupidos formaban sus puntas. Tenía los ojos azules y las pestañas amarillas, eran grandes y ovalados pero se veían pequeños detrás de sus lentes gruesos y pesados. A Roger le encantaba su trabajo pero en realidad no era fotógrafo. El lánguido muchacho de 27 años fue contratado por Joan para resolver los problemas con el sistema de computadoras en el lugar. Su trabajo era ser el nerdo a quien le gritábamos por el teléfono cada vez que perdíamos otro trabajo "por el bien del avance tecnológico en el mundo", suspiraba a veces Marion desde su esquina, "y para el incremento del bolsillo de Gates", sostenía Ewan, un reportero inglés de 32 años que cubría Queens.

Pero el fotógrafo anterior cometió el error de acostarse con Joan. Cuando terminó con ella también acabó con su trabajo. Joan lo despidió luego de pasar dos semanas intentando no parecer demasiado herida y de actuar "como una maldita adulta" como solía murmurar entre dientes y fastidiada por todo.

Yo se lo notaba en los ojos. Ese deseo de hacerle daño.

Sin embargo, aquel hombre no parecía enterarse de nada. Se le veía feliz y tranquilo. Joan me confesó un día, unas gotitas de sudor se habían formado sobre su labio superior, que le había enviado unas flores felicitándola por su comportamiento tan maduro.

"Eres única, Joan, cualquier otra mujer en tu posición me hubiese despedido. Pero te has portado como una verdadera dama y te mereces un hombre mucho mejor que yo".

Joan Lichtenwald nos leyó aquella nota con la voz llena de rabia. Ella tenía cuarenta años, su nueva rival tenía un poco más de veinte.

"No creo que pueda soportarlo más", comentó en voz baja un día que salíamos todos de una reunión.

"Deshazte del motherfucker", le susurró Marion y continuó caminando a su escritorio como si no hubiese dicho nada, su panza siempre un paso a la delantera.

Aquellas dos semanas Marion y yo preferimos la calle a trabajar atrapadas allí. El ambiente apestaba a venganza.

Un día, durante la reunión, el pobre fotógrafo parecía estar más contento que nunca. Y no era para menos, con 48 años, dos divorcios y cinco hijos, nuestro amigo, ya sin poderse contener, susurraba por toda la oficina que esta vez estaba seguro: "he encontrado el amor de mi vida". Una chiquita de veinte y cortos años a quien había fotografiado para un artículo. Aquella portada era ahora una pesadilla recurrente en las noches solitarias de Joan.

La verdad era que aquel afortunado hombre estaba encantado y se le notaba. Pero del otro lado de la balanza estaba Joan, y su humor se encontraba a la misma altura que el de su ex amante, pero en el extremo negativo.

Esa mañana se atrevió a debatir con ella. La reunión era para elegir la foto de portada y nuestro protagonista enamorado siempre había tenido la última palabra. Era un fotógrafo bueno y con varias décadas de experiencia, pero ese día eso no sería suficiente. Ese día, él pagaría por el error de acostarse con su jefa.

"Ya elegí la foto de portada anoche. Es esta, creo que va perfectamente con la temática de la semana", el tono de voz de Joan no daba cabida a ninguna duda.

"Permíteme, Joan", interpeló la víctima tratando de parecer maduro, usaba el tono de voz propio del que no involucra lo personal con el trabajo, "tengo tres fotos, una de ellas fue tomada por mi colega Truman aquí y creo que merecen que las tomes en cuenta..."

"Ya las tomé en cuenta y las descarté. Esta es la foto que va para portada", luego de interrumpirlo fríamente Joan se levantó para irse. Entonces él mismo comenzó a halar de la soga sin saber que estaba alrededor de su cuello.

"Creo que tenemos que discutir un poco más sobre este asunto", dijo.

Ella se detuvo y lo miró sin expresión alguna en el rostro. Cuando habló levantó la ceja izquierda. Supe que había llegado el momento de matar a uno de los personajes.

"¿Ah si? A ver, dime tú por qué hay que discutirlo. ¿Alguien más cree que hay que discutirlo?"

Joan miró a su alrededor para confirmar el silencio que esperaba. Entonces volvió su vista hacia él desafiante.

"¿Entonces?"

"¿Te pasa algo, Joan?", dijo el hombre algo herido, una mueca comenzaba a formarse en sus labios.

"Yo estoy bien ¿tú?"

Entonces él sonrió y movió la cabeza de forma condescendiente, como si no diera crédito a su conducta.

"Creo que voy entendiendo...", comentó con la voz un poco más baja, como si hablase tan sólo para ella.

En ese momento yo decidí abandonar el lugar pero Joan no me dio tiempo. Caminó rápidamente hacia la puerta no sin antes dirigirse fríamente al fotógrafo.

"Si tienes algún problema personal ven a mi oficina y hablamos. No mezcles tus asuntos íntimos con el trabajo".

Él no supo qué decir y permaneció mirándola hasta que desapareció del lugar. Una sonrisa falsa se le había congelado en el rostro.

"You´re fucked, man", murmuró Truman antes de salir.



Y así, Roger se convirtió en fotógrafo. Al principio sus fotos eran bastante incomprensibles. En varias ocasiones, Joan nos llamaba a Marion y a mí para que entre las tres decidiéramos una buena interpretación del ojo amateur de Roger. Pero hemos admitido varias veces que ha mejorado, por lo menos ha añadido las imágenes requeridas para "eclectic", las demás las publica en una página bizarra que tiene en la red. Joan, Marion y yo somos asiduas visitantes.

Roger es del tipo lento. Su trabajo anterior había sido en Kinko´s, una cadena de tiendas con fotocopiadoras y servicios varios de imprenta que están regadas por todas partes en Estados Unidos. Había sido despedido de allí porque lo encontraron "hackeando" páginas porno para sus amigos.

"Creaba contraseñas y las vendía. Tenía una biblioteca impresionante de lugares porno a los que podía entrar de gratis. Estaba haciendo una fortuna", había comentado Moony, la secretaria de Joan, cuyo nombre era en realidad Moonshine, una mujer diminuta y aguda que se jactaba de tener sangre "comanche".

Yo los miraba a todos incrédula. No entendía lo de Roger y me parecía sospechoso todo lo que me contaba Moony o Moonshine.

"A decir verdad, Moony, es difícil tomar en serio a alguien con un nombre como el tuyo", le dije un día que estábamos borrachas en un bar de homosexuales en Washington, D.C.

Moony se echó a reír. "Como decía mi tatarabuelo elríoquesuena, la gente siempre debería mirarse al espejo antes de criticar ¿No crees, Neutrina?"

Capté la ironía y me reí. Pero aún así, no me parecía un dicho propio de un ancestro con un nombre como elríoquesuena. Pero la vida no deja de darme sorpresas, somos más de seis mil millones de personas, es inevitable que existan tantas anécdotas, cuentos, historias y demás verdades y mentiras.


Roger estaba actualizando su página cuando fui a hablarle sobre el trabajo. Cuando vio que me acercaba sonrió y me hizo su pregunta habitual:

"Who got killed this time, Neutrina?"

"No creo que los muertos de hoy sean muy fotogénicos, Rog".

Noté que su cara se iluminaba. Se paró de la silla, era alto, me llevaba más de una cabeza y, mientras me hablaba, caminó hacia su cámara fotográfica que estaba junto a otros equipos sobre una mesa.

"¿Están desfigurados o algo así?"

"Eso quisieras; pero no, bebé, no están desfigurados, sólo que han estado muertos por mucho mucho tiempo", sonreí enigmáticamente y noté que el interés de Roger aumentaba con mi misterio.

"¿Cuerpos desenterrados de niños asesinados hace años?"

"Eres peor de lo que pareces, Roger. No, esta vez tu morbo no va a conseguir su dosis diaria de sangre y tripas. Vamos a fotografiar fantasmas".

"What?"

"Así es, darling, hay una doña que dice que puede ver los fantasmas de personas que vivieron hace mucho tiempo en su apartamento".

La cara de Roger cambió de expresión y el chico dejó la cámara a un lado y volvió a su lugar frente al ordenador.

"¿A qué hora hay que irse?"

"¿Qué pasa, Rog, no crees en fantasmas?", pregunté mientras me acercaba a tocarle el cabello. Todas las mujeres en la oficina tocábamos el cabello de Roger, estábamos bajo la mágica influencia de esas moléculas amarillas y brillantes que nos deslumbraban con su belleza tan antigua y nórdica. Además, el chico siempre mantenía el cabello limpio y oloroso. Era irresistible.

"Veamos, algunas fotos de la vieja, quizá tenga fotos de pasados habitantes del lugar, eso ayudaría. Fotos de las partes más oscuras y misteriosas del lugar y quizás de rayos del sol o de luz que entran místicamente por una ventana".

Aplaudí sonriente.

"Rog, cada día te conviertes más y más en el fotógrafo 'ecléctico' por excelencia. Mi consejo es, no te acuestes con Joan", ambos sonreímos y yo le recogi el pelo en una cola alta y lo sostuve un momento allí mientras continuaba hablando. "Pero ten un poco de fe, hombre, tal vez veamos un fantasma".

"Seguro."

Le solté el cabello y le dí un besito en la mejilla. "Gracias, bebé, en un momento te digo a la hora que nos vamos. Quizás la señora también necesite el servicio de Ghostbuster, ¿eh? ¿Tienes el teléfono? No me gusta la idea de entrar a una casa llena de fantasmas sin un guardaespalda como Murray o Aykroyd ¿no crees? Who you gonna call?"

Salí de la pequeña oficina de fotografía tarareando el tema de la famosa película. Estaba contenta porque no iba a ver sangre ese día, ni violencia, sólo una viejita loca de la cabeza o demasiado sola en la gran ciudad, que creía o necesitaba ver fantasmas. Ya lo descubriríamos Roger y yo en unas horas. Primero había que llamar a la señora, luego intentaría convencer a Roger de que camináramos hasta Park Slope. El día continuaba lindo afuera.


Seguiremos charlando,

Neutrina :)

04:58 | glenys | 2 Comentarios | #

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Comentarios

1
De: Daiana Fecha: 2006-10-12 04:20

Hola quierp sabes ¿si los fantasmas esisten?



2
De: Glenys Fecha: 2006-11-17 03:38

No, no creo que existan :)

abrazos,
glenys







		
 

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